viernes, 28 de mayo de 2010

Concierto

Es tarde, tengo sueño y en pocas horas debo levantarme. Sin embargo, no quería dejar de escribir al menos una lista de las ideas y pensamientos que tuve esta grata noche. Resulta que hace unas semanas mi hermano me avisó que había comprado boletos para el segundo concierto de Paul McCartney y que su plan era que fuéramos él, mi madre y yo. Asentí, sin prestarle prácticamente nada de atención al asunto y así pasaron los días, con una emoción escasa por el multicomentado evento. Y así continúo todo, hasta que estuve ahí, las luces se apagaron y salió el ex Beatle al escenario.

No hablaré del concierto en sí. Con certeza ya otros dirán con mucho mayor tino y coherencia cómo disfrutaron el setlist que interpretó el señor McCartney y cómo sus vidas cambiaron al escuchar tal o cual canción en vivo, etc. Además, ¿para qué hacerme wey?, sé perfectamente que la música no es lo mío, y aunque conozco y me gustan varias canciones de los Beatles (¿a quién no?) nunca podría decir que es uno de mis grupos favoritos. Y no, tampoco inicié la ola en esta ocasión.

Básicamente sólo quería mencionar tres cosas:

1) Fue sumamente extraño, curioso y bonito ver a mi mamá tan emocionada al ver a su ídolo de juventud. Gritó, bailó y aplaudió como buena fan y soportó sin quejarse un sólo segundo por la insistente lluvia que cayó sobre nuestras cabezas. Esto último es importante porque mi madre es de aquellas personas que creen que por tres gotas de lluvia uno se enferma automáticamente. En fin. Desde la primera canción no dejaba de decirnos a mi hermano y a mí: "no lo puedo creer, estoy viendo a Paul McCartney". Y luego culminaba: "miren: tengo la piel chinita". Bien. Quizá lo que diré a continuación suene demasiado trágico (vaya, creo que es la primera vez que hablo de cosas tan personales en este espacio), pero bueno: no estoy seguro de volver a compartir una emoción de estas características con mi madre. No lo digo sólo por la edad, tiene ya 62 años, sino por la forma que tengo de relacionarme con ella y con mi familia. A pesar de que los quiero muchísimo, por lo general soy esquivo. Y creo que por eso mismo fue tan sorprendente estar ahí, con mi hermano y mi mamá, coreando al unísono las canciones más populares de Sir Paul y sentir una conexión que por lo general siempre falta. Eso me agradó mucho.

2) Aunado a esto, no pude evitar imaginar cómo sería que un hipotético hijo o hija me invitara a mis sesenta y tantos años a ver un concierto de algún grupo que me gusta actualmente. Fue chistoso pensar que no tengo un grupo que realmente me mate, y también pensé que para esas fechas seguramente los de Radiohead ya estarían más pa'llá que pa'ca, único grupo que, por ahora, se me hace el que tiende a ser mi favorito. Pero eso sí, hijos, si me están leyendo, por favor nunca me lleven a un concierto de Delfín hasta el fin.

3) Un señor, como de 70 años, que estaba dos filas delante de nosotros se pasó todo el concierto en un éxtasis permanente. Se supo todas las canciones y bailó hasta que su marcapasos explotó. Bueno, eso no pasó. Mala broma. Lo que sí es que iba con su esposa, me imagino que de la misma edad que él y también con uno de sus hijos. Cuando en un momento dado Sir Paul dijo "this is a song I wrote for Linda", y todo el público se emocionó y muchos lloraron y todo el show, ellos -el señor y su esposa- no pudieron dejar de abrazarse de una manera sumamente tierna. Se sonrieron y dijeron algo que malamente pude interpretar como "si yo hubiera sido músico, te hubiera compuesto esa misma canción". Se soltaron hasta después de varios minutos. Yo, luego de la frase de Paul y la imagen de estos señores, no dejaba de pensar que tener una "Linda" en la vida debe ser uno de los privilegios más increíbles que existen. Alguien que no sólo ames, alguien con quien no sólo juegues al enamoramiento, alguien con quien no sólo compartas momentos, sino alguien que te inspire, que admires, que te incite a ser y hacer más. Sentí un poco de tristeza al recordar que dos de las personas que más cerca estuvieron de convertirse en esa idea, en ese concepto, esa figura, están ahora por completo desaparecidas de mi vida.

Sé que esta noche es otra más, que cerraré los ojos y mañana hablaré de temas distintos y poco a poco se olvidará todo esto que está aquí. Y sin embargo, debo agradecer al Macarni que gracias a su concierto, múltiples y curiosos pensamientos sobre presente, pasado y futuro hicieron acto de presencia de una manera por demás amena. La lluvia fue lo de menos. Las canciones también. Esto, lo que permanece, va mucho más allá de gotas y notas musicales. Es la vida, que reclama su atención.

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Negar que te pienso a toda hora sería una mentira vil.


3 comentarios:

Diego Marxías dijo...

Esas son las grandes bandas y los grandes artistas, aquéllos que unen a varias generaciones en una misma.
Son los grandes rockeros, sobre todo, porque su música trasciende las notas, la composición o el carisma del intérprete: su música marca generaciones y acontecimientos importantísimos. Y ahí están, uniendo dos o tres generaciones de familiares y cuates en conciertos prendidísimos.
Vi a Roger Waters en 2007. Ese mismo año, más tarde, a Serrat&Sabina. En ambas ocasiones, los rucazos que estaban sobre el escenario prendieron a sus coetáneos y a los hijos de éstos. Por eso eso es música y vida y no chingaderas.

Chilangelina dijo...

El mejor post que he visto sobre el concierto de anoche, bravo.
En mi experiencia, no importa cuán bueno sea un concierto, siempre está marcado por la gente con la que lo compartiste y por el contexto, por la vibra que hay ahí. Musicalmente las rolas en vivo, en un concierto, son malísimas: oyes más los berridos del de atrás de ti que el del artista que está a miles de metros en el escenario (es que no me alcanza para los asientos de hasta adelante).
Lo chido es que ahora tendrás un referente como el de esas personas a las que viste: las canciones les recuerdan momentos, fotografías de su vida; estoy segura de que el resto de la tuya no escucharás a sir Paul sin recordar a tu mamá cantando.
Qué chido.

Sabandija dijo...

Qué bonito post, dices que la música no es lo tuyo, pero en qué consiste si no en recordar, añorar, reflexionar, divagar. Me quedo especialmente con el núm. 3, que o sí lo tengo y por tenerlo se me olvida.
sonrisa