martes, 4 de noviembre de 2008

Noche impactante, jornada extraña de festejos y defunciones, victorias y decesos.

Hoy hemos vivido una noche extraña. Tengo una serie de sentimientos y sensaciones tan divergentes que no sé cómo expresarlas. Desde hace cuatro años, en específico desde la Convención Nacional Demócrata en Boston en 2004, había venido siguiendo la trayectoria política de Barack Obama. En aquella ocasión le escuché pronunciar un discurso sorprendente, quedé impresionado tanto por la elocuencia del orador, como por la profundidad de su mensaje.



Poco a poco la figura de Obama comenzó a crecer, la gente empezó a interesarse por este senador demócrata que habla como inspirado por el espíritu santo (no se confundan, hago referencia a Florentino Ariza en "El amor en los tiempos del cólera" y no a San Lucas en "Los Hechos de los apóstoles"). En fin, vinieron las primarias demócratas y con ello el incio de una batalla electoral que ha sido catalogada por todos los expertos como "épica", en la que se enfrentó a la senadora Hillary Clinton. Y vaya, cómo olvidar aquel increíble discurso en New Hampshire que después sería convertido en canción y lema de campaña: "yes we can".



Finalmente, después de dos años de campaña, hoy fue el día de la elección presidencial en Estados Unidos. Según todas las cadenas de televisión estadounidenses Obama arrasó en el número de delegados al Colegio Electoral, aunque las diferencias en el voto popular no fueron tan grandes. Creo que hoy es un buen día para Estados Unidos y para el mundo en general. Mientras manejaba hacia mi casa iba escuchando el discurso de Barack Obama y se me quedó muy grabada una frase "[To] all those watching tonight from beyond our shores, from parliaments and palaces to those who are huddled around radios in the forgotten corners of the world - our stories are singular but our destiny is shared. A new dawn of American leadership is at hand."






Enhorabuena por los gringos. Ojala que las enormes expectativas que Obama creó tras de sí no lo abrumen ni lo ahoguen.

Pero hoy por la noche a los mexicanos nos sacudió una noticia impactante: el avión en el que viajaba el secretario de gobernación, Juan Camilo Mouriño, y el ex-subprocurador de justicia, Santiago Vasconcelos, se estrelló en una de las principales avenidas de la ciudad de México.



Es, sin duda, un hecho que inmediatamente ha provocado muchas suspicacias y temores. ¿Fue un accidente o un atentado? Nadie lo sabe y es demasiado pronto para comenzar a lanzar ideas al aire. Pero no puedo evitar sentir una zozobra que pocas veces en mi vida había sentido. Si fue un accidente, bueno, ¿qué puede uno hacer? No mucho. Esperar que Calderón encuentre un nuevo operador político pronto y cruzar los dedos para que la situación política nacional no se deteriore aún más, lo que se ve difícil si tomamos en cuenta el entorno político, económico y social por el que atraviesa el país. Pero si fue un acto de sabotaje o un vil atentado por parte del narcotráfico, entonces mis miedos y mis corajes se acrecentan a niveles insospechados. No sé bien cómo explicarlo.




Lo que siento ante un escenario así es una especie de angustia ante la indefensión, es algo así como un malestar agregado. No me duelo por mí o por la tragedia sucedida a algún familiar o amigo, sino por la debilidad misma del Estado mexicano, debilidad que a su vez detiene, impide y frustra cualquier intento real de salir adelante como nación y como ciudadanos mexicanos. Ante una situación así ¿qué nos espera? No lo sé, realmente no lo sé. Pero esta noche no puedo ocultar que la emoción que guardaba desde hace varios meses y que hoy pretendía dejar salir al ver a Barack Obama ganar las elecciones en Estados Unidos, se vio ahogada por la noticia de la muerte de Mouriño y Vasconcelos. El discurso de Felipe Calderón lo refleja todo: confusión, coraje, dolor e incertidumbre. Ojala que un momento de crisis como éste sirva a todos -gobierno, oposición y sociedad en conjunto- para reinventar nuestra idea de nación, para reafirmar las prioridades nacionales y alcanzar, por fin, una reconciliación nacional.


Update: He leído con indignación varios comentarios en la jornada y en elsenderodelpeje que celebran la muerte de los funcionarios federales. Mi mejor amigo me dijo ayer "no me extrañan ese tipo de comentarios, mucha gente consideraba a Mouriño un ladronzuelo vulgar" No sé que esperaba, pero igual me sorprendió y me asqueó y me sigo asqueando. Siempre lo he dicho: cuando un líder presenta a sus adversarios políticos como entes moralmente despreciables, eminentemente malos y absolutamente despiadados, sus seguidores olvidan fácilmente que una cosa es la lucha política y otra muy distinta es buscar la destrucción -incluso física- de los "enemigos". Festejar abierta o disimuladamente la tragedia de los adversarios convierte a aquellos que lo hacen en seres igualmente detestables. ¿Hasta dónde será necesario llegar como país para de ahí comenzar a levantarnos? Tenía toda la intención de escribir una entrada radiante de optimismo, pero la realidad se impone. Parafraseando a Hamlet: algo está podrido en México.

1 comentario:

Ana De Longa dijo...

Si hubiese estado de humor hubiera escrito un post como el tuyo. Neta, cada reacción que reflejas en tus palabas la tuve yo. Creo que me identifico un mucho contigo.

No sé... mysterious ways...