Vas al cine a ver una película sin ningún tipo de expectativas, el plan sale por casualidad. Llegas tranquilo, te sientas cómodamente, y menos de tres minutos y medio estás atrapado por la historia que sucede ante tus ojos. Seamos concretos, el inicio es mucho más conmovedor y apasionante de lo que nunca llegaste a imaginar, la maestría del director salta a la vista, la música es excelsa, las actuaciones de los personajes principales son perfectas, o casi. Todavía no vamos ni a la mitad pero tú ya has elegido las que serán tus escenas favoritas, la noche de playa con viento y sin estrellas, la magia de la entrega, la derrota del miedo, piensas en los comentarios que harás a tus amigos, las cuartillas que escribirás al respecto, y -por qué no- la forma en que verás la vida una vez terminada la película. El gozo es tanto y tan genuino que incluso te atreves a aplaudir tímidamente en cada sucesión de tomas y diálogos bien logrados; el carisma de los personajes te encanta y ante ellos te rindes. Viene el primer momento trágico, el maldito golpe del destino, la experiencia de la maldad, el quiebre de la fe. Observas cómo algunas personas salen de la sala, el impacto es demasiado grande para ellos. Tú permaneces expectante, el cliché de "el amor todo lo puede" te causa instintivamente un poco de malestar, nunca lo has creído, pero sabes que puede ser real en este caso, por absurdo que parezca, y lo es. La historia avanza y se entrelaza con otras. El dinamismo la vuelve más interesante, aunque por momentos pareciera que también se hace más confusa. Pasan los minutos y la película tiene sus altibajos, como todo en la vida, pero tú sigues pensando "oh, qué momento tan desgarrador", o "vaya, qué gran pelea", y "caray, qué beso tan apasionado". Para ti todos son triunfos que la hacen única, irrepetible e inalcanzable. "Así debe ser la vida", te dices en voz alta. Sin embargo, poco después y sin que te des plena cuenta de ello, la película se torna aburrida a pesar de que la historia se expande y toca temas que pensabas prohibidos. El dolor, la muerte, el olvido. Por otra parte, ¿quiénes son los personajes principales ahora? Ya no lo distingues. Es cierto, sigues encantado con el inicio pero algo está colapsando, la historia principal cada vez se sostiene menos. Los personajes secundarios ganan terreno, a tal grado que propician y participan de toda una cascada de confesiones y dolores colaterales, promesas improbables y juramentos vacíos. El director ha estirado demasiado la liga, piensas al igual que todos, pero aún así hay tensión, nudos que resolver, preguntas que contestar. Vienen entonces encuentros y desavenencias, confusión, neblina, besos robados, risas forzadas, sentimientos fingidos. Los personajes -todos- huyen, escapan, se evaden y el caos impera. Experimentación artística, que le llaman: escenas en blanco y negro, planos vacíos, encuadres innecesarios, diálogos fallidos. Luego, él se va. Pasan largos minutos donde nada sucede, donde nada se dice. El silencio de la sala es apenas roto por los suspiros que tú mismo produces. Inacción, inmovilidad, imposibilidad de retomar el eje perdido. Él regresa. Ella está pero no del todo. Un momento, dos máximo de renovada tensión. Y luego silencio, otra vez. La última escena no es como la habías imaginado. La película acaba con esta frase -cínica o indiferente- que retumbará en tus oídos semanas enteras después de haberla escuchado: "así es amor, el pasado vale casi lo mismo que la mierda pero hoy prefiero la mierda que ese pasado contigo". No hay créditos finales, ni música, ni mayor proyección. Cuando la ficción termina no hay lágrimas, reclamos ni rencores, tampoco hay aplausos, sin embargo, los minutos iniciales -te esfuerzas en creer- valen por todas las patrañas y estupideces siguientes. Sales del cine. Sabes que vomitarás toda la noche el recuerdo de aquello que más te insulta y buscarás consuelo en un futuro inexistente. Esa noche, sin que lo sepas a consciencia, morirá lo mejor de ti.
1 comentario:
Por eso yo no voy al cine, me da miedo.
De nuevo pensé que sería una anécdota, siempre me atrapas.
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