Nunca me gustó tu forma de iniciar un texto, me dices en el sueño, tan llena de arrogancia y displicencia que no puedo dejar de sentir culpa por amarte tanto. Eres barroco y arbitrario, confuso, críptico y repetitivo, ¿no has pensado en dedicarte a la repostería o a algún arte menos complicado para tu mentecita, amor?, preguntas con sorna. Hago un ademán de hartazgo, como queriendo no darle mayor importancia a tus palabras y me encamino hacia otro cuarto. Doy tres, cuatro, cinco pasos. ¡No me dejes hablando sola, cabrón de mierda!, te escucho gritar con el puño en alto. Te ofuscas fácilmente, lo sé, pero tu reacción es completamente desproporcionada. Con el dedo índice de la mano derecha hago una seña: estás loca, murmuro entre dientes. ¡Mírenlo!, me apuntas como si fueras juez y verdugo de mi existencia, aquel hombre que les habla de promesas inquebrantables y de significados ocultos en las miradas no es más que un gentil en tierra de nadie, una metáfora de la incompetencia humana, un ser in-ca-paz de asentar sus ideas sobre aquello de lo que habla tanto pero que ni siquiera conoce, haces una pausa, sabes cómo causar el máximo impacto, y fulminas: el deseo. Entrecierras los ojos como si la ira y el rencor carcomieran tu espíritu, y en el momento menos esperado... sonríes. Tu semblante adusto se transforma en una cara tierna y cariñosa, aunque la arrogancia, estoy seguro, la conservas intacta. ¿Te gustó, amor?, preguntas con voz de niña buena, como incitándome a que me de media vuelta ofendido o te devore a besos. ¿Qu-qu-qué dijiste?, me declaro sorprendido ante tu cambio fugaz. ¿Que si te gustó mi actuación, amor?, repites. Tu sonrisa es tu arma, siempre lo ha sido y aunque no sé qué decir, comienzo a balbucear: sí, me ha gustado, creo que me ha gustado, pero no entiendo por qué razón...
Despierto sobresaltado. Las imágenes del sueño son tan nítidas. Volteo a los lados, miro mis manos, no sé por qué razón siempre miro mis manos luego de pesadillas como ésta. Me pongo de pie y enseguida me repito en voz baja: ella no eras tú, tú nunca podrías ser ella, ella no eras tú...
Creo que volví a quedarme dormido, no sé por cuánto tiempo. Corro lentamente las cortinas. No hay deslumbre, no como otros días. Es temprano, deben ser las siete u ocho de-la-mañana, la-mañana, "la mañana es hermosa, sólo iré a dar un paseo", recuerdo que dijiste una vez y nunca volviste. La verdad no sé por qué te fuiste. Si hubo peleas, las he olvidado. Si te lastimé con mis palabras, lo he bloqueado. Y sin embargo aquí estoy, a la espera de tu regreso. El cielo está nublado. Abro la ventana y un viento helado me golpea en la cara. No tardará en llover, pienso sin darle mayor importancia al asunto. Abajo se escucha el ajetreo normal de los cocineros que preparan el desayuno para los huéspedes del hotel. Bajo corriendo al buffet y luego del primer café, un expresso para no olvidar los días de antaño, reviso concienzudamente las anotaciones que hice ayer por la noche antes de caer dormido. Vaya, tal parece que las ideas están más claras que de costumbre, me reconforto. Cambio de página y encuentro un apunte que no recuerdo haber escrito nunca, el título dice: fiction dans le milieu du monde.
"En las madrugadas uno tiende a escribir más sinceramente, pero todo es camuflaje. Lo importante no se olvida, pero tampoco se reproduce: nunca se entendería. El silencio funciona mejor que las palabras vacías. El cuento que no te hice, la novela que aún no termino, la confesión que se quedó perdida, los planes que no conoces, el suspiro que no te alcanza, todo está aquí, guardado como tú bien me has enseñado. Lástima que no existen cajas fuertes para los sentimientos. Y que todo es quimera. Y que nada importa. Al menos no por ahora... Te amo."
Hago un esfuerzo para no gritar de miedo y de emoción. De pronto todo tiene sentido. El sueño, tu enojo, el silencio de años, el dolor por tu ausencia pasada y la incertidumbre ante tu presencia futura. El mesero me pregunta si quiero más café. Sí, por favor. Y antes de que se de la vuelta le digo: es inevitable, soy barroco y arbitrario, confuso, críptico y repetitivo, sí, pero es la única forma que encuentro para decirle a ella, calladamente, lo que ya no necesita leer. Porque ya lo sabe.
5 comentarios:
Dice irá en lugar de ira en una parte.
Fuera de eso me puso la piel chinita, jijiji. Muy padre el cuento.
Muchas gracias por la anotación y por el comentario, mi buen Fayer. Te mando un abrazo hasta Chilchota (sin albur).
PD. No olvides traer dioses dulces de leche. Digo, si se puede.
Creo que ambos hemos tenido visitas de los espíritus de las Navidades pasadas.
Sin palabras...
Muchas gracias, Ana, por leer y comentar.
Me gustó...lo disfruté mucho...como siempre. Muchas gracias...extrañaba leerte. Te quiero.
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