sábado, 18 de octubre de 2008

El cigarrillo o de como pedimos perdón causando el mismo daño del que nos arrepentimos


Había una vez un niño que platicaba mucho con su padre, a quien consideraba su héroe. Un día, después de una discusión muy larga y muy triste, el niño ve fumar a su padre y le dice "padre, creo que el humo de tu cigarro nos hace daño, mis pulmones aún no están acostumbrados y tú nunca habías fumado enfrente de mí" "Sí, sí", contesta el padre mientras sigue fumando y presta más atención a su nuevo periódico. Pasan unos minutos y de pronto el padre decide apagar su cigarro y dice: "Tienes razón, ese cigarrillo no era lo que yo realmente necesitaba y -si bien algún día tú también buscarás tus propios placeres- es mejor pasar este tiempo juntos. Platiquemos un poco querido hijo". El niño, de nuevo entusiasmado, habla y habla y se siente feliz, aunque no deja de hacer ciertos reclamos que van cansando, poco a poco, al padre. "Vaya, ésta es una situación nueva, me doy cuenta como todos vamos cambiando y ya no me divierte tanto pasar tiempo con el niño" piensa el padre quien toma en esta ocasión un cigarro sin filtro que hace toser mucho más al niño. "Si quieres fumar está bien padre, pero entonces será mejor que nos alejemos un poco" y el niño se va a un rincón desde donde mira con recelo al padre. El cigarrillo, efímero como es, se termina de pronto y el padre llama al niño. "Oye, ¿dónde te habías metido?, tengo ganas de contarte unas cosas que me han sucedido y quiero que las escuches". El niño asiente, y aunque el olor a cigarro es cada vez más penetrante, decide quedarse. Pasan los años y el niño se va de casa por un tiempo. De vez en cuando charlan un poco por teléfono y regresa la antigua confianza que se tenían. "Ah, hijo mío, me encantaría verte y contarte tantas cosas". "Yo también quisiera platicar contigo, padre" dice el niño completamente convencido. "Iré a ver a mi padre de sorpresa" piensa el niño. Cuando llega a verlo su padre le dice: "mira hijo, la verdad es que ahora estoy fumando un puro y me es imposible alejarme de él, lo que puedo ofrecerte es que platiquemos, pero que no te molestes si me ves fumar". El niño, confundido y desorientado acepta. "Bueno, por lo menos yo ya encontré que me gusta el café orgánico y así el cigarro no me afectara tanto" piensa ingenuamente el niño. El humo del puro es el que más daños causa al niño y al padre. "Cof, cof" tose el padre. "Me duelen los pulmones, no sé por qué no puedo dejar de fumarlo" El niño no sabe qué hacer e intenta poner un filtro al puro. Imposible. El niño se vuelve a ir, esta vez con la idea clara de que le encanta platicar con su padre, pero que éste al parecer no puede dejar de fumar. Se hace un silencio terrible. El padre, desesperado, pregunta por su hijo y no lo encuentra. "¿Por qué se fue?" se cuestiona para sus adentros y no ve la respuesta tan evidente. El padre, afligido por varias situaciones adversas -¿en realidad eran tan adversas?- decide fumar y beber sin consideración. "Bueno, lo mismo da que fume éste o el que sea, ¡soy un hombre del siglo XXI, carajo!" dice el padre en su ofuscación. El niño enferma del estómago y al poco tiempo el padre sufre de problemas respiratorios. Están lejos el uno del otro y, a pesar de todo, no pueden dejar de pensarse. "Tengo que contarle a mi hijo algo importantísimo" piensa el padre. Llega el día en que, después de varios años, vuelven a verse. "Hola hijo, tengo que contarte de la grandiosa experiencia que he vivido" comienza el padre. "Los doctores me dijeron que quizá por tanto fumar y beber podría tener una enfermedad terrible y bueno, la verdad es que no es tanto, después de unos estudios me han dicho que sólo tengo algunos padecimientos menores" continuó el padre. "De cualquier manera, quiero pedirte una disculpa muy grande por todas aquellas ocasiones en que te hice daño, hijo mío, me gustaría que conocieras la maravillosa experiencia que tuve la suerte de vivir, durante un tiempo me perdí en las profundidades del vicio, hice de todo, pero ahora soy otro, completamente distinto, soy más feliz y me siento pleno" decía el padre mientras el hijo aguantaba tanta información nueva de aquella persona que había sido su héroe años atrás. "Bueno, no pasa nada" pensaba el hijo, "ahora quizá podamos platicar con más calma y estar un tanto más cerca el uno del otro. Finalmente yo también estoy enfermo del estómago y me gustaría sentir el apoyo de mi padre ahora que estoy nervioso y triste" concluye el niño. "Bueno, sólo me resta decirte, querido hijo, que ahora fumo cigarros light que me han hecho mucho bien" dice el padre mientras lanza una bocanada de humo directo a la cara del niño, ya más acostumbrado al carbono del cigarro. "Estoy completamente arrepentido por cómo te traté. Creo que perdimos mucho tiempo por tonterias y quiero que sepas que me preocupo por ti. Me encanta platicar contigo. Evidentemente soy humano y como tal he cometido errores, pero quiero enmendarlos, sobre todo contigo. Sí me perdonas por todas las ocasiones anteriores en que te causé daño, ¿verdad?" finaliza el padre. El niño se limpia la cara. "Claro, ¿pues qué más nos queda sino perdonar y olvidar?, pero mejor hablémos por teléfono y evitémonos problemas. Suerte con tus cigarros light" termina el niño, triste y pensativo "¿Por qué mi padre no pudo aguantarse y fumar un poco después? ¿En verdad quería hablar conmigo y reconstruir la vieja confianza de antaño?". Bueno, cada quien toma sus decisiones, de eso se trata la vida, ¿no? de escoger, de ganar y perder...


("Perdón por fumar, así es la vida y me enamoré de estos cigarrillos")


PD. Ah qué escuincle tan caguengue, tan fácil comprar un tapabocas y no hacer tanto drama.

No hay comentarios: