miércoles, 13 de febrero de 2008

Mary

He regresado de nuevo al mismo lugar dónde todo comenzó: los suburbios de Londres. Los jardines, los parques, los pájaros cantando, los ríos fluyendo, los hombres enamorándose de las jóvenes recién graduadas. Ellos y ellas se abrazan. Los pájaros cantan. Necesito, me doy cuenta ahora, de su ayuda para este nuevo desafío. Sé que los Smtih la despidieron. Y es entonces cuándo cabe preguntarse: ¿por qué lo hicieron? Los vientos soplan sobre mi espalda, me doy cuenta repentinamente que difícilmente el Everest crecerá un milímetro más de lo que ya mide, mastico entonces mis uñas más de la cuenta, el vendedor del diario vespertino me guiña un ojo y el nuevo capitán de la estación me hace señas obscenas. Usted y yo lo sabemos: ellos están contra nosotros. Es famosa su mente para encontrar culpables. Aquí los necesitamos. ¿Sabe usted que en las últimas dos semanas murieron dos personas junto al palacio de Buckingham y que la policía no ha encontrado ningún culpable? No sé usted, pero a mi me atemoriza de sobremanera tan sólo pensar que Ámsterdam es una ciudad que se inundaría por completo en tan sólo tres minutos si su sistema de diques se rompiera. Hace tres días, aunque cueste trabajo creerlo, redujeron mi rango. Ahora hay un nuevo capitán en la estación. Pero él sabe. Sabe lo que usted y yo sabemos: que los Smith esconden un cadáver en el cuarto del aseo y que por eso la despidieron, para que usted no los delatara. Pero que lo sepa y no diga nada convierte al nuevo capitán en cómplice y si lo acusamos y la policía lo arresta yo volveré a ser capitán de bomberos y podré apagar mis fuegos que tanto me gustan. No me lo diga ahora, espero su respuesta. Sabe dónde encontrarme.

El bombero

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