miércoles, 12 de diciembre de 2007

La Saga Eterna

Hace aproximadamente dos años comencé a escribir una especie de cuento que llevaba por título “La Saga Eterna”, el cuál, por cierto, nunca terminé. El argumento era confuso y la narración desbocada, toda vez que me había propuesto escribir sin detenerme a pensar en las palabras que utilizaría o en las imágenes que quería construir. Así, durante los ratos de ocio de seis días me dediqué a inventar una historia de amor y de tristeza sin límites que, sin proponérmelo, terminó siendo protagonizada por un dragón arrepentido que no escupía fuego, un caballero moribundo e insensible y una doncella desleal y enamoradiza. Sin tener una estructura clara ni una idea preconcebida de hacia dónde me dirigía con esa aglomeración de letras desordenadas, mi cuento quedó trunco. La noche que decidí interrumpir mi historia recuerdo que estaba en la banqueta de una calle casi intransitada, aprovechando la tenue luz del alumbrado público y forzando los ojos para seguir escribiendo cual demente, cuando de pronto apareció un coche verde y viejo y dentro de éste, una mujer hermosa y cansada de mí. Desde ese día, bastante lejano ya, no he vuelto a mi cuento. Tampoco lo he releído, pues no recuerdo exactamente qué pasó con esas hojas, pero puedo decir que el pretendido relato fue, por decir lo menos, ambiguo y fragmentario. Quizá era lo único a lo que podía aspirar, tomando en cuenta mi estado de ánimo en aquel tiempo. Lo anterior sólo para justificar mi pretensión de escribir nuevamente, sin embargo, ahora sin interrupciones, sin ese tipo de interrupciones. Mi deseo máximo en este espacio, si uno debe seleccionarse, es transcribir los pensamientos, las reflexiones y los impulsos propios con la confianza de encontrar continuidades y afinidades más allá del espejo, más allá de uno mismo, pero con la certeza de que las rupturas y las discrepancias son, ahora y siempre, más inquietantes y reveladoras. Hoy, a casi dos años que dejé de crear con letras, comienzo este sitio, casi de incógnito, con la certidumbre de ser uno más, de entre millones, que exclama sin sonrojo, “Ecce Homo”. Las expectativas, lo sé de antemano, son escasas y los objetivos poco claros, sin embargo, si el empeño, la inspiración y la suerte son las adecuadas, de aquí, lo intuyo, saldrán más que sólo letras. Así sea.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

vaya, nunca había leído la primera entrada, pues ojala sigas escribiendo, un saludo desde por estas tierras