domingo, 12 de octubre de 2008

Chocolate Abuelita

Pues tal parece que la ancianidad ha llegado. Mi juventud desapareció después de Berlín. Después de los ciento noventa y siete litros de cerveza, los treinta y dos litros de vino Lambrusco, las cuatro botellas de tequila y la media botella de Absinthe que tomé en Berlín, ahora beber alcohol ya no me apetece tanto. (Sí claro, cómo no)

Hace dos semanas vi a Verónica y al Chamaco. El plan incial era ir por unas cervezas y platicar un rato. Llegué como a las 8:20 pm al departamento de Vero y platicamos de esto y aquello (un poco de Heidegger, un poco de Polop), recordamos las mejores anécdotas de Berlín (por ejemplo, cuando amablemente nos corrieron del Weekend) y nos pusimos al tanto de lo último que cada quien había hecho al regresar a México. Vero me preguntó si quería algo de tomar y le contesté de manera bromista: "¿no tendrás un té por ahí?", y los dos recordamos aquellas tardes en mi departamento en la Reuterstrasse tomando té con whisky con Chiara, Auxi, Sebastián y Mari. Pero no, no había té ni había whisky. "Tengo Chocolate Abuelita" dijo Verónica y por alguna extraña razón sentí como se me hacía agua la boca. "Mmm... pues mejor esperamos al Chamaco y vamos por las cervezas", respondí. Pero, ¡oh curioso destino! el Chamaco llegó más tarde de lo planeado y las ganas por una cerveza cambiaron radicalmente. A las 9:40 pm estábamos en la cocina de Verónica preparando un chocolate caliente. Bien, lo sé: qué aburrida entrada, todo para decir lo obvio: nos hacemos viejos. Quiero mi cocol.


Vero no sabrá preparar platillos sofisticados, pero ¡ah qué bien le quedó el chocolate!


(Aquí debería terminar el post, pero la verdad es que después del chocolate nos fuimos a la fiesta de cumpleaños de Aramis, Vero y yo nos repartimos un six de cerveza "Indio" y hasta un poco de "champagne" tomamos)

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